martes, 7 de octubre de 2008

poesia erotica



sacado de INER, EL PENDEJO

Unos dicen que el siguiente texto es el soneto Trente choses requises à la beauté d’une femme, escrito por Filbert Bretin (1540-1595) y perteneciente a su obra Poésies amoureuses. Otros cuentan que este canon de la belleza femenina le fue revelado a Pierre de Brantôme (1540 - 1614) por una mujer de Toledo.
Para que una mujer sea hermosa y perfecta debe reunir treinta bellezas.

Tres cosas blancas: el cutis, los dientes y las manos.
Tres negras: los ojos, las pestañas y las cejas.
Tres rosadas: los labios, las mejillas y las uñas.
Tres largas: el cuerpo, los cabellos y las manos.
Tres cortas: los dientes, las orejas y los pies.
Tres anchas: el pecho, la frente y el entrecejo.
Tres estrechas: la boca, la cintura y la vagina.
Tres gruesas: el brazo, el muslo y la pantorrilla.
Tres delgadas: los dedos, los cabellos y los labios.
Tres pequeñas: los pezones, la nariz y la cabeza.


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Poesia erotica de los Siglos de Oro. Quevedo y compañia.

February 17, 2007 – 6:29 am

Tú, rábano piadoso - Anónimo

Tú, rabano piadoso, en este día
visopija serás en mi trabajo;
serás lugarteniente de un carajo,
mi marido serás, legumbre mía.

Un poquito más largo convenía,
mas no importa, que irás por el atajo.
Entra de punta y sácame de cuajo
las gotas que el que pudre me pedía.

Ya entraste, mas las hojas quedan fuera.
Pues ¿qué han hecho las hojas a mi papo,
que no han de entrar, si es él el que lo pierde?

Las hojas entren, y ojalá viniera
el ramal de fray Lucas, de solapo,
y diérase mi coño un gentil verde.

Señora del arco y las saetas (a la diosa Diana) - Diego Hurtado de Mendoza

Señora la del arco y las saetas,
que anda siempre cazando en despoblado,
dígame, por su vida, ¿no ha tipado
quien le meta las manos a las tetas?

Andando entre las selvas más secretas
corriendo tras algún corzo o venado
¿no ha habido algún pastor desvergonzado
que le enseñe el son de las gambetas?

Hará unos milagrones y asquecillos
diciendo que a una diosa consagrada
nadie se atreverá, siendo tan casta.

Allá para sus ninfas eso basta,
mas acá para el vulgo ¡por Dios, nada!
que quienquiera se pasa dos gritillos.

Rapándoselo - Anonimo atribuido a Francisco de Quevedo

Rapándoselo estaba cierta hermosa,
hasta el ombligo toda arremangada,
las piernas muy abiertas, y asentada
en una silla ancha y espaciosa.

Mirándoselo estaba muy gozosa,
después que ya quedó muy bien rapada,
y estándose burlando, descuidada,
metióse el dedo dentro de la cosa.

Y como menease las caderas,
al usado señuelo respondiendo,
un cierto saborcillo le dio luego.

Mas como conoció no ser de veras,
dijo: «¡Cuitada yo! ¿Qué estoy haciendo?
Que no es ésta la leña deste fuego».

Que el goce pide prevención y espacio - Anonimo atribuido a Francisco de Quevedo

Primero es abrazalla y retozalla,
y con besos un rato entretenella.
Primero es provocalla y encendella,
después luchar con ella y derriballa.

Primero es porfiar y arregazalla,
poniendo piernas entre piernas della.
Primero es acabar esto con ella,
después viene el deleite de gozalla.

No hacer, como acostumbran los casados,
más de llegar y hallarla aparejada,
de puro dulce, creo, da dentera.

Han de ser los contentos deseados;
si no, no dan placer ni valen nada;
que no hay quien lo barato comprar quiera.

Extensión y fama del oficio de puta - Atribuido a Francisco de Quevedo

No te quejes, ¡oh, Nise!, de tu estado
aunque te llamen puta a boca llena,
que puta ha sido mucha gente buena
y millones de putas han reinado.

Dido fue puta de audaz soldado
y Cleopatra a ser puta se condena
y el nombre de Lucrecia, que resuena,
no es tan honesto como se ha pensado;

esa de Rusia emperatriz famosa
que fue de los virotes centinela,
entre más de dos mil murió orgullosa;

y, pues todas lo dan tan sin cautela,
haz tú lo mismo, Nise vergonzosa;
que aquesto de honra y virgo es bagatela.

Desengaño de las mujeres - Francisco de Quevedo

Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Mas llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado

si de otras tales putas me pagare,
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.

Exceso y seso de la señora Venus - Atribuido a Francisco de Quevedo

Alzó Venus las faldas por un lado,
de que el herrero sucio, enternecido
por el botín que descubierto vido,
quiso al momento dárselo cerrado.

Arrojó las tenazas, denodado,
lleno de tizne y del hollín vestido;
tentó la hornaza do salió Cupido,
y echó las bragas y el mandil a un lado.

Sintiose Venus porque tal hacía
y al defenderse tuvo manos mancas
por estallo la puta deseando;

por más que dijo que era porquería,
se estuvo queda y alargó las ancas
al ajo y queso de que fue gustando,

has que, en acabando,
dijo la puta: «Bien está lo hecho;
que no cabe en un saco honra y provecho.»

Amor experto quiere dama práctica - Anonimo atribuido a Francisco de Quevedo

El vulgo comúnmente se aficiona
a la que sabe que es doncella y moza,
porque así le parece al que la goza
que la coge la flor de su persona.

Yo, para mí, más quiero una matrona
que con mil artificios se remoza
y por gozar de aquel que la retoza
una hora de la noche no perdona.

La doncella nunca hace de su parte,
cuando la gozan, cosa que aproveche,
ni se mueve ni da los dulces besos;

mas la otra lo hace de tal arte,
y amores os dirá, que en miel y leche
convierte la medula de los huesos.

A hembra remilgada, despierto varón - Atribuido a Francisco de Quevedo

De cierta dama que a un balcón estaba
pudo la media y zapatillo estrecho
poner el lacio espárrago derecho
de un tosco labrador que la acechaba.

Ella, cuando advirtió que la miraba,
la causa preguntó de tal acecho;
el labrador la descubrió su pecho,
diciendo que la vía y contemplaba.

Mas ella, con alzar el sobrecejo,
le dijo, melindrosa: «Aquesto, hermano,
no es más de ver y desear la fruta.»

El labrador, sacando el aparejo,
la respondió, tomándolo en la mano:
«Pues ver y desear, señora puta.»

Fuera de los Siglos de Oro, entrando ya en el siglo XVIII

La fregona - Félix María Serafín Sánchez de Samaniego

Estaba una fregona por enero
metida hasta los muslos en el río,
lavando paños con donaire y brío
y mil necios trayendo al retortero.

Un cierto conde alegre y placentero
la pregunta por gracia: -¿Tienes frío?
Respondió la fregona: -Señor mío,
siempre llevo conmigo yo un brasero.

El conde, que era astuto y supo dónde,
la dijo, haciendo rueda como un pavo,
que le encendiera un cirio que traía.

Y dijo entonces la fregona al conde,
alzándose las faldas hasta el cabo:
-Pues sople ese tizón Vueseñoría.

Fuentes:
Sonetos encontrados en diversos lugares
Poesía erótico-pornográfica de los Siglos de Oro